historia

Mi madre ha cosido siempre, lo que le apeteciera o lo que necesitara, desde manteles o cortinas y pañuelos, hasta muñecas de trapo. Y también ha bordado. De pequeña pasábamos ratos con la aguja y el dedal o pulsando el pedal de hierro de esa Refrey antigua. Me gustaba, los ratos con ella y lo que suponía el entretenimiento. Y dibujaba ropita para mis muñecas con ganas de materializarla. Y nunca ha dejado de ser necesario para mí tener una idea y querer realizarla.
En abril de 2011 empecé a hacer los primeros anillos de pasta de madera con imágenes recicladas de revistas y folletos. Y al mes siguiente estrenaba el primero y regalaba algunos de ellos a mis seres cercanos con unas etiquetas hechas a mano donde decía: “Amac d’ histèria”, que es el nombre que le hubiera querido poner a Valentina, la gatita curiosa que toma el sol en la ventana. Por mi cumpleaños del año siguiente las amigas me regalaron una máquina de coser. Y estuve muy contenta, pero pasó más de un año abandonada en la caja original. A veces, la vida aprieta, y no le prestas suficiente atención a lo que realmente te gusta, quizás porque todavía no lo sabes. Después de dar vueltas por mi vida en intentos de encontrar algo que me satisfaciese, mi madre apareció con una tarjeta de unas chicas ( las Batlló Espinalt de Navàs), madre e hija, que daban clases de costura. Enseguida contacté con ellas y al cabo de nada empecé a dar clases de patronaje. Me sentía muy a gusto. Pocas semanas después les dije que me quería hacer una bolsa y la estrené por el sant Jordi del 2014. Y fue entonces cuando saqué mi Singer nueva de la caja y no podía ni quería hacer otra cosa que pasar el rato con ella probando telas para hacer bolsas. Y hablaba con mis compañeras de trabajo, que tenía muchas, y les gustaba lo que hacía.
Enseguida, y casi todas, quisieron una. Y poco a poco, tomé conciencia de que había a quien le gustaban mis piezas y que hacerlas me hacía feliz. Veía que cada día mejoraba un poco y conseguía hacer detalles que tres días antes me parecían impensables.
La costura ha supuesto y supone, para mí, un camino recuperado del autoconocimiento. Por tanto, Amacdhistèria es un pedazo de mí. Amacdhistèria nace de la necesidad de una histérica de expresarse de algún modo y se propaga construyendo piezas únicas. Amacdhistèria es mi forma de mostrarme. Es mi forma de ver el mundo. Son mis ojos, mi corazón, mi expresividad. Mi yo más yo. Es un camino, una elección personal. La voluntad de contentar a alguien con una pieza de uso diario siempre está ahí. La voluntad de querer mantener la propia genuinidad y la de los demás, también. La voluntad de crear un pequeño mundo a medida, hacer sentir especial, envolverse en esperanzas y compartirlas. En cada prenda hay amor, errores, ilusión, soluciones, esperanzas, tradición, creación. Cada pieza es un mundo, un mundo pequeño que espera ser acogido en uno mayor y al mismo tiempo acoger uno particular en sus entrañas. Amor y sentimiento por quien lo hace y por quien lo luce.
Cada una de las personas que he tenido cerca en el transcurso de este tiempo y las que han contado de alguna manera con Amac, tal y como lo llamo cariñosamente, han contribuido, de alguna, a su manera , a hacerme crecer.
¡Gracias!
Rosa

